TIGRE DE TIGRES.

lunes, 2 de abril de 2012

Padilla frente al desafío de su vida.

En las puertas de la temporada de 2012, trabajando ahora para los Medias Rojas de Boston, la sed de ilusiones de Vicente Padilla sigue siendo infinita, y la de nosotros también. Comenzará en el bullpen, pero confiamos, aun con el regreso de Daisuke Matsuzaka dibujado en el horizonte, que Vicente se meterá en la rotación. Claro, eso depende de que brazo, codo y cuello, permanezcan saludables, fortaleciendo su actitud.
Necesitamos que él trabaje el tiempo suficiente y lo haga bien, para poder ofrecer una actuación restauradora de su imagen y proyecciones a los 35 años. Pensamos, no por ser nicaragüenses, que tiene el material requerido y la madurez exigida para lograr eso. Mientras no sea agredido por lesiones, los Medias Rojas van a contar con un pitcher difícil de ser bateado, con dureza mental y buen repertorio, listo para seguir creciendo alrededor del montículo.
Fue el coach Joe Kerrigan, genuinamente impresionado, quien se atrevió a decir: puede ser el próximo Pedro Martínez, y aunque en béisbol no valen los horóscopos ni las predicciones, en algunos momentos de su accidentada carrera, Vicente Padilla envió señales alentadoras sobre su futuro inmediato.
Ganador de 104 juegos, con tres temporadas de 14 victorias y una de 15, las cinco mejores actuaciones de Vicente, según nuestro punto de vista, son las siguientes:
1.     El casi no hitter a los Cascabeles de Arizona el 10 de mayo de 2002, lanzando para los Filis, quebrado en el octavo inning con dos outs, por un doblete del emergente Chris Donnels. El nica completó una blanqueada de solo dos imparables.
2.     Los cinco innings perfectos frente a los Gigantes, siempre desde la colina de los Filis, el 30 de abril de 2002, superando al cubano Liván Hernández. Finalmente admitió tres hits en ocho episodios.
3.     El duelo con Pedro Martínez de los Filis, en su primera incursión en los play offs, lanzando para los Dodgers, el 16 de octubre de 2009. Después de siete innings y un tercio permitiendo sólo cuatro cohetes que produjeron una carrera limpia, Vicente salió cobijado por una larga ovación, dejando el marcador atrás 0-1, pero los Dodgers reaccionaron y se impusieron 2-1 con un operativo en el octavo, contra el relevista Chan Ho Park.
4.     Los dos ceros que colgó a los bateadores de la Liga Americana el 9 de julio de 2002, en lo que ha sido hasta hoy su única presencia en Juegos de Estrellas. El marcador final fue 7-7 en 11 entradas,  y no continuó al agotarse los rosters.
5.     Su faena de 11 ponches en ocho innings contra los Rojos, el 14 de abril de 2002, derrotándolos tres por uno. Esa es todavía su máxima cifra de “fusilados” en 237 inicios.
Como es natural, su salto a la grandeza financiera provocó cambios en su estilo de vida, aunque en comportamiento siguió siendo el mismo humilde, aparentemente temeroso, de poco hablar, que prefiere mostrarse distante. En una de mis visitas a Arlington, comprobé que había mucho resplandor a su alrededor. Manejaba un Lamborghini y un Aston Martin, usaba un reloj de 35 mil dólares, y se veía elegante con esos trajes tan bien elaborados. Tenía una casa en Filadelfia, otra en Arlington y un restaurante en Tucson. Se observaba una evolución muy llamativa. Ya hablaba inglés y apreciaba la comodidad, mientras le construía una casa revestida de cierta majestuosidad a su madre en Chinandega.
Desde 1999, cuando fue llamado de forma inesperada después de haber estado en Clase A y Triple A, nuestras expectativas sobre Vicente Padilla han estado viajando en una montaña rusa, elevándose y bajando, consecuencia de diversos factores, sobre todo, por ser propenso a lesionarse. Eso lo ha convertido en un permanente enigma mientras busca su presente, o como lo calificaron los cronistas de Boston recientemente, un riesgo.
Vicente ha tenido que coexistir con la advertencia “probablemente”, porque sigue pendiente de ser una certeza. Nadie discute su bola rápida. Sigue zumbando encima de las 90 millas y puede aplicarle un movimiento extra. Se admite que maneja mejor el slider, y que su bola de quiebre ha conseguido progresos significativos. Su cambio se ha pulido y su “ephus” es desconcertante.
Lo recuerdo aquella mañana de julio de 1999, en Cincinnati, después de su primer faena, que desembocó en frustración. El sol estaba cubriendo el Hotel Hyatt y él miraba por la ventana, fijamente, como buscando las señales del receptor. El mundo seguía siendo redondo, pero para él era otro. Meses atrás, todavía estaba discutiendo con Argelio Córdoba sobre su comportamiento a bordo de un bus con rumbo a Masaya. La terquedad granítica de “El Brujo”, frente a la naturaleza rebelde del muchacho. ¿Te acordás Vicente?
En aquel momento estaba pensando en su pequeña hija Ingrid, en su familia, en su futuro, y todo eso le parecía más hermoso que un poster de Jeniffer López danzando... “No puedo fallar”, decía, pero necesitaba comprender que “nada es tan fácil como parece”.
Ahora, con los Medias Rojas, sus perspectivas son diferentes. Solo quiere demostrar su utilidad, mostrarse restaurado y continuar en pie de lucha.
¡Claro que puede lograrlo!

Amargo debut
El sueño estaba ahí, a solo tres outs. ¡Qué buen inicio sería debutar en Grandes Ligas salvando un juego! El manager de Arizona, Buck Showalter,  decidió probar a Vicente Padilla aquel 29 de junio de 1999, defendiendo una ventaja de dos carreras sobre los Rojos en el noveno inning.
Cuando colocó en dos strikes sin bolas al bateador de 50 jonrones en el 98, Greg Vaughn, pensé que terminaría de liquidarlos. “Si estoy aquí, es para quedarme. No pienso  volver a  Triple A”, me había dicho por la mañana en la habitación 802 del Hotel Hyatt, en Cincinnati, con una seguridad casi absoluta.
¿Fue strike el tercer lanzamiento a Vaughn? Showalter creyó que era strike, también Vicente, no el árbitro Williams que consideró el envío un poco afuera. El batazo de Vaughn, sobre un cuarto lanzamiento, pasó a un lado de Matt Williams, y aunque el short Frías llegó por detrás, perdió la bola y fue hit.
Vicente también colocó en dos strikes sin bolas al astuto Barry Larkin, futuro Salón de la Fama. Era el posible out que  tanto se necesitaba, pero Larkin fauleó tres veces, antes de conseguir un pitcheo bueno para conectar doble entre rigth-center. Con hombres en segunda y tercera, entró Eddie Taubensee al cajón de bateo.
Taubensee, quebró el bate, y Jay Bell retrocedió con esa agilidad que conservaba embotellada a sus 34 años, buscando el elevado cargado de peligro. La pelota descendió  y picó. El juego se  empató 4-4 y Taubensee llegó a  segunda con la amenaza de muerte.
Cameron tocó la bola por tercera, el nica se movió con rapidez y prontitud, pero su tiro se desvió un poco y Chris Stynes, corriendo por Taubensee llegó a salvo a la antesala. Fue entonces que el hit de Aaron Boone, superando el esfuerzo de Frías, terminó el juego. El joven pinolero quedó con su brazo derecho colgado, sintiendo que se derretía. La posibilidad de salvar, se convirtió en derrota.

dplay@ibw.com.ni

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