“No hay imprescindibles”, se dijo, cuando el derecho Vicente Padilla informó que no podría incorporarse a la Selección Nacional que disputaría la eliminatoria para el próximo Clásico. En el programa Doble Play, manifesté que Padilla sí era imprescindible, porque entre seis millones de nicas, no teníamos otro como él, con su experiencia, con sus recursos, con su poder, para ser el abridor del primer juego, más clave en este torneo que en otros, por ser tan co
rto.
Puede que Vicente, igual que el súper-favorito en el primer juego de la Serie Mundial de Grandes Ligas, Justin Verlander de los Tigres, hubiera sido explotado, pero era el pitcher que necesitábamos. Perder con el mejor jinete el Derby de Kentucky o el Belmont, no abre espacio para lamentos.
De todos los pítcheres vistos en cada uno de los juegos de los otros tres equipos competidores, ninguno era comparable con Padilla. Obviamente, las posibilidades con él en la colina, eran superiores, pero el veterano tirador, actualmente Agente Libre, declinó, y nos dolió a todos pese a sus explicaciones.
Nunca en mis escritos a lo largo de más de 40 años, he vinculado el patriotismo con una decisión de estas, y tampoco lo hice ahora. La mayoría, masticando incomodidad, respeto la determinación de Vicente, que ahora se agiganta entre la pesadumbre.
Un pitcher que se declaró fuera de forma física, largamente expuesto a las lesiones, cuidando su brazo de frente a su presencia en el mercado, se quedó al margen. “Sería irresponsable decir aquí estoy”, dijo razonablemente Vicente, que no es muy inclinado a entrar en explicaciones.
En este momento, no tiene sentido abrir un debate alrededor de la pérdida del brazo de Vicente, pero es inevitable lamentar ¡cómo hizo falta! Quedó demostrado que en un país tan pequeño, con tan pocos valores de jerarquía capaces de rankear mundialmente, atrapados por el subdesarrollo, sí hay imprescindibles.
dplay@ibw.com.ni
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